Se celebra todos los años
alrededor del 1 de noviembre y yo acudí por primera vez en 1990. Desde
entonces, y salvo en dos ocasiones, he acudido con auténtico entusiasmo cada
año al Certamen Coral de Tolosa. En todo este tiempo he podido hacer amigos, he
disfrutado de grandes momentos corales, he aprendido a escuchar la música de
otra forma… Nada de todo eso hubiera sido posible sin este Certamen que, como
un pequeño milagro, es puesto en pié cada año por unas cuantas manos generosas
que dedican una parte importante de sus vidas a reunir durante unos pocos días una
importante muestra de lo mejor del mundo coral. Cada vez que he acudido, ya
hiciera frío o calor, he podido siempre volver haciendo un balance de algunas
cosas seguras, algunas tan fiables como un buen plato de alubias en el Beti
Alai: los buenos amigos siguen estando ahí, siempre ha habido algún coro que
por sí solo ya justificaba la paliza de viaje y siempre, siempre, en el viaje
de vuelta he sentido el cansancio de unos días vividos con intensidad a la vez que
una energía y unas ganas de hacer cosas que la música por sí sola no es capaz
de explicar.
Pero este año ha habido algo
más, algo de lo que no me he dado cuenta sino días después, cuando he querido
hacer un balance personal del viaje de este año. El Certamen es para mí un
momento de encuentro con muchos profesionales de la música que he tenido la
suerte de conocer en cursos de verano o bien directamente en Tolosa. Las
conversaciones siempre giran en torno a la música, al trabajo, que en el caso
de ellos es musical, a los coros que dirigen o a la última obra musical que han
estrenado en el Certamen. Este año también, pero a cada conversación siempre se
le ha añadido un “pero”, que no ha sido otro que la crisis. Esta ha pasado de
ser una mera estadística en la prensa a ser una insoportable compañera de viaje
para quienes han construido su vida en el mundo de la educación y de la
cultura. Un mundo que, a juzgar por lo que he escuchado, está en serio peligro
de desaparecer tal y como hoy lo conocemos.
Ocurre además que el propio
Certamen de este año ha sido golpeado seriamente por los recortes y, ojalá me
equivoque, es posible que haya recibido ya el impacto de un obús bajo su línea
de flotación. En los últimos años el Certamen se ha venido desarrollando en
tres líneas diferentes: coros, grupos vocales y coros infantiles. Las sesiones
de coros, compitiendo en polifonía y folklore, así como los grupos vocales, en
música sacra y profana, reúnen siempre a aficionados y profesionales que nos
vemos las caras de año en año. Pero la sesión infantil va mucho más allá al
llamar también a un público infantil que constituye no solo el público adulto
de mañana, sino en muchos casos las ganas de hacer música de hoy. Por si fuera
poco en los últimos años el premio absoluto lo ha ganado no pocas veces un coro
infantil, demostrando así que a veces los chavales consiguen ser más
profesionales que los adultos. Pues bien, este año, en una decisión muy difícil
y no exenta de cierta polémica interna, los organizadores decidieron suprimir
el certamen infantil por la sencilla razón de que, con los recortes, ya no les
llegaba el presupuesto.
Yo no tengo soluciones a esto
que no pasen por unos gobernantes que vean la educación y la cultura en un
sitio diferente al capítulo de gastos, pero a mí me ha dolido particularmente
esta decisión de los organizadores porque todavía tengo reciente el día que,
con solo tres años, llevé a mi hija a escuchar el Certamen infantil y a la
salida me dijo que quería cantar en un coro. Es domingo cuando escribo esto y
acabo de traerla de un ensayo de su coro, donde hay chavales de hasta 16 años y
mi hija me ha dicho con orgullo que, con solo ocho años, ya es de las más
veteranas.
Luego cuando llega a casa hay
que convencerla de que su ensayo ha terminado y tiene que dejar de cantar, pero
eso es otra historia que queda para otro día. Entretanto os dejo aquí las
Habaneras de carnaval, de David Azurza, por el Cor Infanil Amics de la Unió,
una de las músicas preferidas de mi hija.
Así que incitando a la peque a cantar y, una vez conseguido, no le logras encontrar el botón de "Pause".
ResponderEliminarJejejejejeje
Podría ser peor. Podrías haberle llevado por el camino de percusionista. Aunque siempre le podrías retirar los timbales, sin embargo...
Por cierto, en el vídeo que subes, veo que hay mayoría aplastante de niñas. Suele ser así en los coros infantiles? Qué pena.
Lo del botón "Pause" está costando, pero ahora que empieza a leer partituras estamos dedicando especial atención a los "silencios", esos momentos llenos de música!
ResponderEliminarEn cuanto a los coros infantiles tienes razón, hay una mayoría aplastante de niñas, cosa que se convierte en tragedia cuando estas chicas se hacen adultas y quieren cantar, porque los chicos no están a su altura. En fin, la razón no puede ser única, porque pasa en coros de Hungría (el del primer vídeo), de Cataluña (el segundo vídeo) o de donde sea, incluso en países coralmente potentes como los países bálticos.