Si alguien ha hecho algo desde mitad del
siglo XX por la profesionalización del mundo coral ese ha sido sin duda Eric
Ericson, cuya labor al frente sobre todo del Coro de la Radio de Suecia, y del
Coro de Cámara Eric Ericson ha sido inmensa, pero que ha transcendido fundamentalmente
por tres razones: una, su empeño infatigable por estrenar obras de compositores
contemporáneos, la segunda por su dedicación sin desmayo por la formación de
directores de coro y la tercera y no menos importante por la evolución del
sonido coral hasta lo que él ha llamado sonido nórdico.
En más de una ocasión Ericson ha
contado que en los años cincuenta del pasado siglo en Suecia abundaban las
grandes formaciones corales que cantaban con un vibrato que él se ha ido
empeñando en desterrar del canto coral. Con la reducción del número de
cantantes en un coro, con un canto más
transparente, ligero y sin apenas vibrato ha ido a lo largo de varias décadas
tejiendo un timbre coral y una particular forma de emitir el sonido que hoy son
el espejo en el que todo el mundo coral quisiera mirarse. Por otra parte la
excelencia de los coros que ha dirigido y su merecida proyección internacional
ha hecho que una larga lista de compositores suecos sean en gran parte
conocidos gracias a esta parte de la siempre impagable labor de Eric Ericson.
Los nombres Thomas Jeneffelt, Ingvar Lidholm, Sven-David Sandström y otros
están hoy en día en las partituras de muchas carpetas corales repartidas por
todo el globo.
Yo había oído hablar de Eric
Ericson sin tener una idea muy clara de su importancia cuando este vino a
Madrid para trabajar dos semanas con el Coro de la Comunidad de Madrid. Gracias
a la amistad con uno de los tenores del coro pude primero asistir a uno de los
ensayos y después al concierto que dieron en el Auditorio Nacional. El caso es
que en esas dos semanas de trabajo diario Ericson había conseguido limar
bastantes asperezas del sonido del coro para acercarlo a ese sonido nórdico que
es sin duda su sello de identidad.
Pocos años después cambié Madrid
por Holanda y, siguiendo uno de los siempre impagables consejos de mi querido
amigo Enrique Azurza, acudí a escuchar el Coro de Cámara de Holanda, al que yo
siempre llamo por su nombre holandés el Nederlands Kamerkoor. La casualidad
quiso que el primero de esos conciertos estuviera dedicado a la música sacra de
Francis Poulenc y lo dirigía Ericson. Presentaban así el CD que habían hecho
juntos, y el concierto estaba dedicado a Huub Kerstens, repetidor en el
Nederlands Kamerkoor recién fallecido entonces y a quien dedicaron el
concierto. No se me olvida la interpretación de la Misa en Sol mayor de Poulenc
y el respeto con el que escuchó el público aquél día, como también tengo en la
memoria, no en la memoria del cerebro sino en la de las emociones, el concierto
de un año después con los mismos intérpretes para presentar el otro CD dedicado
a la música coral de Poulenc, esta vez con la música profana y con esa joya que
es Figure Humaine. En particular ese último grito de Liberté tras el más
emocionante crescendo coral que quien esto escribe haya escuchado nunca.
Pasaron dos o tres años más cuando
Enrique nos llamó avisando que venía a Holanda porque tenía una ocasión de
volver a hacer un curso con Ericson. Se trataba de la primera edición de las
Ericson masterclass que se celebran cada dos años en la ciudad holandesa de
Haarlem. La parte que yo pude disfrutar fue la de los conciertos de la tarde,
donde la parte estelar corrió a cargo del Coro de Cámara Eric Ericson con su
fundador dirigiendo con el entusiasmo de un chaval… y con la experiencia de sus
ochenta y tantos tacos por entonces. Por la perfección, por el convencimiento,
por el sonido, por el repertorio y por todo aquello que convierte un concierto
en un momento emocionante ese concierto también se me ha quedado grabado. Recuerdo
una anécdota de aquellos días alrededor de la Misa para Doble Coro de Frank
Martin, un clásico ya en el repertorio coral pero que no fue estrenado hasta
creo que 1969. Enrique nos contó cómo en una de las clases Ericson corrigió a
un alumno y a todo el coro para explicar cómo engarzar unas sílabas entre las
notas escritas, uno de esos detalles meticulosos que solo un oído muy experto y
avisado pueden llegar a identificar en un concierto. Parecía una minucia pero
para Ericson no lo era. El caso es que Frank Martin murió en Holanda y su viuda
decidió quedarse allí a vivir. Durante el curso uno de los organizadores tuvo
la inteligencia de provocar un encuentro entre Ericson y la viuda de Martin,
ocurriendo que ésta le dejó estudiar el manuscrito de la Misa para Doble Coro,
ese mismo manuscrito que estuvo guardado tantos años en un cajón sin que Martin
quisiera que se estrenara. El caso es que, al día siguiente de haber consultado
el original de la partitura, Ericson acudió emocionado a las clases para
explicar a los alumnos que estaba equivocado con su interpretación y que había
que volver a colocar las sílabas en otro ritmo. En el concierto final del
curso, que dirigían los alumnos y donde Ericson era uno más del público, pude
asistir a ese momento en que la viuda le entregó una copia del manuscrito.
Escuchando hace unos días France
Musique he sabido que el pasado 16 de febrero la vida de Ericson se ha apagado
a sus noventa y cuatro años. Su recuerdo vivirá en el mundo coral que tanto le
debe y en particular en todos los alumnos que sembró en vida y a los que
siempre trató con el mayor de los respetos, ya se tratase de un alumno genial
como del mayor de los zoquetes. Hasta en eso Eric Ericson fue siempre modesto y
un ejemplo a seguir.
En este vídeo de arriba con una obra de David Wikander y el coro Eric Ericson. Aquí abajo los coros Accentus y Eric Ericson con Sommarnatten, una obra de Rautavaara, con imágenes de la película de Ingmar Bergman.
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