Aquel sábado
había llegado un poco justo de tiempo a la clase de solfeo y no me enteré de la
discusión hasta que la clase acabó. Uno de los compañeros estudiaba guitarra y
estaba furiosísimo porque su profesor le decía poco más o menos que Paco de
Lucía no sabía tocar la guitarra. En aquella época y una vez cada dos semanas,
me daba unos madrugones inhumanos para viajar dos horas en autobús camino de
Murcia, en cuyo Conservatorio yo estudiaba algo que parecía música. Entonces el
Conservatorio compartía edificio con el Teatro Romea y, a la salida de clase,
continuando con la discusión, acabamos bajo las arcadas de la entrada del
teatro, calentados por el suave invierno murciano… y por la guitarra de mi
compañero, que se arrancó a tocar flamenco. Morenazo gitano, guapo y elegante,
a mí me iluminó una de esas mañanas insulsas del conservatorio, él de paso ligó
y yo, estudiante de piano y como era mi costumbre, no me comí una rosca. Al
menos me sirvió para picarme la curiosidad sobre Paco de Lucía, de quien es probable
que por entonces yo solo hubiera escuchado Entre dos aguas.
Han pasado muchas
primaveras desde entonces, yo me he empapado todo lo que he podido de lo que ha
grabado Paco de Lucía y, cuando me ha sido posible, he ido a verlo en vivo a
uno de esos conciertos que él gustaba empezar sin red, solo con su guitarra y
encendiendo al personal con esa magia tan suya. Dicen que Francisco Sanchez
Gomes ha muerto, pero Paco de Lucía en realidad estará siempre cuando
escuchemos algo de flamenco, porque siempre habrá algo que nos va a llevar a recordar
que “eso” Paco ya lo había hecho antes.
De cuantas cosas
he podido encontrar publicadas, destaco aquí una crónica de Miguel Mora en El País y un artículo de quien ha escrito su biografía, su amigo y escritor Juan José Téllez. Hay muchos más artículos, pero no he encontrado en ninguno la puntería
de Gerardo Núñez cuando habla de una dignidad y orgullo devueltos al flamenco
gracias a Paco de Lucía:
« Escribo
bajo los efectos del mazazo tremendo de las muertes imprevistas. Me repito: “Se
ha muerto Paco”, y no consigo entender qué es lo que me digo. La cabeza y las
manos que se han detenido para siempre son las de un semidiós que, manteniendo
con un orgullo infinito su independencia y su libertad, elevó nuestra música,
el flamenco, a la cuarta dimensión de la música grande. Y lo hizo sin
doblegarse, sin conceder una uña a señoritos ni a mandamases efímeros, sin
deberle nada a nadie, inyectando en los flamencos jóvenes orgullo, conciencia,
autoestima y fuerza suficiente para liberarse de la sumisión de las ventas y de
las fiestas, de los lazos casi tribales de una cultura gris en la que hasta
entonces jugaban el papel de bufón. Abrió la puerta de una casa cerrada, se
enfrentó a tormentas y a demonios. Como Ulises, hizo un viaje peligroso para
que después lo hiciéramos todos. Nos salvó. Y ahora, un rayo lo ha alcanzado a
la orilla del mar, ¿dónde si no iba a morir Paco? Paco, no sé qué decirte.
Grande. Grande. Grande. »
Dejo un vídeo con
un concierto suyo en 2004. Paco levantaba de sus asientos hasta a un público
alemán.
Y otro más reciente, de 2010, donde destaco el genio de un
señor que pasa ya de los 60 años, reconocido mundialmente, que no necesita más
que repetir lo que el público espera y que, pese a todo, se embarca en la
aventura de buscar algo nuevo tan insólito como una armónica en un recital de
flamenco… y funciona!
La verdad es que es mágico e hipnotizador escucharle. Una de esas cosas que realmente merecen la pena. Fantásticos conciertos estos que has compartido.
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