Anda Madrid revuelto estos días con la visita de B-16, que necesita venir a adoctrinar a la asilvestrada plebe hispana. Cuenta semejante visita con el apoyo incondicional de cuanto político hay con parcela de poder, desde el alcalde de la Villa y Corte hasta el mismísimo presidente, que no ha dudado en calificar dicha visita de acontecimiento de interés general. Este B-16, que no se por qué va siempre de blanco, debe sentir un amor especial por España. Viene tan a menudo que ya no se si la última visita fue la de Valencia en 2006, aquella visita que fue sin duda un acontecimiento de interés muy interesado para algunos que se enriquecieron con los dineros públicos. Bueno, se enriquecieron presuntamente, que eso forma parte de la Gürtel y todavía está el asunto en los tribunales.
El caso es que yo he regresado de las vacaciones, la visita de este individuo (y de su enorme filiación) me la trae al pairo si no fuera porque cuesta un pastón que, de una u otra manera va a ser pagado con el dinero de todos, creyentes o no.
Andaba yo paseando por la playa pensando que si todo el apoyo de esta cosa se hubiera dado para organizar en Cuatro Vientos un concierto de, pongamos, Bruce Springteen, seguro que hubiera venido tanta gente y además el Boss no se hubiera puesto a insultar a los que no van a su concierto (en las horas previas los esbirros de B-16 nos están llamando de todo a los ateos recalcitrantes como yo).
Lo dejo por hoy que me voy a ver Viridiana, de Luis Buñuel, un ejercicio intelectualmente más sano que escuchar las sandeces que van pregonando por ahí algunos en nombre de algo que llaman “fe”.
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