29 de enero de 2012

Paul Robeson


“El gigante negro estaba erguido, junto a un piano de cola chocarreramente pintado en gris perla y oro por algún veraneante nuevo-rico, de los muchos que la guerra hubiese arrojado de esta costa, en medio de un escenario techado y de ancho alero, adosado a la playa de tal modo que sus luces no fuesen vistas desde el mar. Arriba, un letrero: THÉÂTRE HENRI BARBUSSE. Llenando una explanada tenida en la obscuridad (“no deben iluminarse amplios espacios como éste” –me explicó Jean-Claude, aunque ya yo hubiese entendido el porqué) se apretujaba un público en sombras donde pronto se advertían, sin embargo, las inmóviles blancuras de vendajes y enyesados junto al ambulante andamiaje de mentoneras, minervas, entablillados y cabestrillos. Pero, entre quietos y menos quietos, eran cientos los rostros tensos, convalecidos por el gozo, quienes miraban el gran retablo donde, al pie de la pantalla destinada a muy recientes proyecciones de Tchapaïeff, Los Marinos de Cronstadt o Tempestad sobre el Asia de Pudovkin, cantaba Paul Robeson el Magnífico, con su voz grave y corpulenta, brotada de la atlética anchura del pecho. Y la hermosa melodía de Show-boat que conocíamos todos, viniéramos de donde viniéramos, nos volvía a llegar esta noche, llevada en tiempo casi ceremonial, con el nuevo prestigio de un himno que hubiese nacido realmene en las riberas nutricias del Mississippi, en campos nevados de algodón, entre capillas de tablas donde sonaran celestiales charangas de harmonio, trompeta, saxo y banjo:

Ol’Man River

That Ol’Man River…

Alzado en la punta de los pies para mostrarse en la máxima dimensión de su corporeidad física y moral –como si no fuese suficiente la realidad de su descomunal estatura de futbolista, nieto de esclavos, pasado de los estadios de Rutgers y Columbia a los escenarios de Othello y Emperor Jones-, Paul Robeson acalló las aclamaciones de los oyentes que, en su deseo de aplaudir con más estruendo que los demás, entrechocaban muletas y bastones, para atacar la balada de Casey Jones… Y contaba ahora la rechinante historia del esforzado fogonero que se inmoló ante el horno de su locomotora –negro había de ser- para imperecedera gloria suya y, más aún, de la Southern Pacific Railroad que tan buenos sueldos le pagaba, y después de rematar con un sarcástico Casey Jones got a job in heaven! levantó el cantante de sus asientos a los muchos que podían incorporarse, con el anuncio de que ahora nos daría su versión personal del “negro spiritual” Heaven bound soldier que, para sus compatriotas, era ya más conocido –gracias a él- por Join in the fight:

O brother,

don’t you weep,

don’t you pray.

Salvation isn’t coming that way.

All together

let’s press on the fray;

black and white,

will rebuild the world.

Y fue la impresionante antífona llevada por el negro de New Jersey con responso de los muchos que aquí hablaban o entendían el inglés –y me explicaba Gaspar, señalando hacia aquí o hacia allá, que con nosotros había gente de Jamaica, Australia, Canadá y Filipinas, y hasta surafricanos que, con su acción en las Brigadas luchaba, en frente distante, contra algo que llamaban apartheid, palabra desprovista, para mí, de todo significado… Pero pronto, fuesen de donde fuesen, todos los que me rodeaban, arrastrados por el ritmo, por la casi litúrgica repetición de una frase, se iban sumando al coro, por grupos, como un “amén” de oficio religioso:

Join in the fight,

-O negro comrade.

Join in the fight,

-O struggling comrade.

Join in the fight,

-O hard pressed comrade.

Join in the fight,

-And stand up straight now.

Join in the fight,

-The dawn is late now.

Join in the fight,

-We must not wait now.

Join in the fight,

-Black and white,

we’ll rebuild the world.

-“!Carajo! ¡Cómo canta el negro este!” –aulló Gaspar Blanco, cuando Robeson remato el “spiritual” a la vez agresivo, unánime y fuera de fronteras, con el re bemol grave que sobre la palabra “mundo” daba a su voz una resonancia de tubo de órgano en vasta nave de catedral fraterna, de donde negros y blancos hubieran de surgir para echar abajo las perecederas torres de Babilonia (y ahora cantaba Robeson algo que trataba de Babilonia, precisamente), tantas veces comparadas, en la moderna literatura norteamericana, con los rascacielos de Manhattan. Y el nuevo “blue” se nos volvía increíblemente bíblico, en este rincón de la costa española, evocando al David, vencedor de Goliath, que con su triunfante honda descornaría, de paso, al Becerro de Oro de Wall Street, acabando con todos los Leviatanes del universo. Y blancos y negros marcharían de concierto para edificar una Ciudad del Hombre, hecha a la medida del hombre, por siempre librada de harto exigentes Demiurgos, nunca saciados de laudes, hosannas y rogativas –O brother, don’t you pray. / Salvation isn’t coming that way…

Esta larga cita es de La consagración de la primavera, de Alejo Carpentier, una novela que rinde de alguna manera un homenaje abstracto a la idea de revolución a través de las revoluciones francesa, rusa y cubana. Como en casi todas las obras de Carpentier la novela lleva al lector a mundos que pueden ser ajenos o desconocidos. En este pasaje yo escuché por primera vez hablar de Paul Robeson, un cantante inmenso del que, afortunadamente, nos han quedado algunas grabaciones. Lo más importante de su biografía está dicho en este extracto del principio de La consagración. Como el lector puede haber imaginado, la acción transcurre en el levante español en algún momento de la guerra española. Paul Robeson fue brigadista y ello, junto con su izquierdismo militante, le costó años despues algún disgusto con un tal McCarthy y su particular caza de brujas.

Si alguno todavía no ha leido La consagración, a poco que le guste la literatura, le recomiendo vivamente dedicar unas horas a semejante monumento de la literatura del siglo XX. Si no teneis una biblioteca a mano donde encontrarla en papel, aquí podeis encontrarla para leerla en la pantalla.

Para terminar, la balada de Joe Hill, que años más tarde llegó a cantar gente como Joan Baez.

26 de enero de 2012

Obsolescencia programada.

Hace un par de días emitieron un documental en Arte que me pareció muy interesante. Habla de la obsolescencia programada, algo que por conocido no deja de ser sorprendente: los fabricantes diseñan y fabrican sus productos para que duren menos de lo que podrían durar, por el simple hecho de que así volveremos a comprar nuevos productos. Ejemplo de lo contrario: una bombilla que lleva encendida desde 1901, una época anterior a la de la obsolescencia programada. Obsolescencia de una impresora: el fabricante que la programa para que deje de imprimir a partir de la página 18000; el usuario que, buscando, consigue un programa informático para poner a cero la memoria EEPROM donde se cuentan las páginas y así poder seguir utilizando la misma impresora sin tener que comprar una nueva.

Este documental está intimamente ligado a todos los problemas financieros que publican las primeras páginas de los periódicos. Esta es la madre del cordero (o una de las madres) de toda esta teoría del crecimiento económico que repiten los economistas como el santo, santo, santo de su particular religión, una más con la que nos ahogan.

Buscando he descubierto el documental doblado al castellano, entre otras cosas porque en la producción entró TV3 en un periodo anterior a la era Mas en Cataluña. Seguro que a día de hoy es más dificil que TV3 colabore en este tipo de programas. Al tiempo.

Y para acabar con mejor humor del que puede dejar este documental, os dejo aquí una joyita cantada por Montserrat Figueras. Es una nana hebraica, y está como siempre rodeada por Jordi Savall y un grupo de instrumentistas. Está extraido del disco Ninna Nanna, que los viejos dinosaurios como yo compramos a veces en la página de Alia Vox.

17 de enero de 2012

Gustav Leonhardt


Estaba escuchando la radio cuando me ha sorprendido la noticia: ha muerto Gustav Leonhardt. Holandés nacido en 1928, su nombre ha quedado grabado con letras de oro en la interpretación de la música barroca. Clavecinista, organista, director, profesor… pero sobre todo uno de los pioneros a la hora de recuperar la música barroca. Importante no solo por lo que interpretó y por cómo lo interpretó, sino tambien porque lo supo transmitir. Entre sus alumnos se encuentran muchos de quienes ahora son grandes intérpretes de la música barroca: Ton Koopman, Pierre Hantaï, Eduardo López Banzo, Jan Willem Jansen. Aquí en Toulouse muchos teníamos cita con un concierto que iba a ofrecernos en marzo, un concierto donde iba a interpretar al órgano y al clave. Ya no podrá ser.

Este vídeo es del principio de las Variaciones Goldberg, una interpretación que a mi me hizo descubrir que esta interpretación existía más allá del piano de Glenn Gould.

Elegante y austero, se le podía ver afinar su propio clavicembalo en el intermedio de un concierto. Aquí teneis el Agnus Dei y el Dona nobis pacem de la Misa en si menor, de Bach. La que en Holanda llaman Hohe Messe, en una interpretación que yo creo haber comprendido algo mejor despues de los años que viví en Holanda, un país donde empecé a entender la música de Bach de una manera, digamos, más protestante y menos artificiosa.

Y ya para terminar un fragmento del Oratorio de Navidad, tambien de Bach. La grabación es algo antigua, pero eso no empaña para recrearse con una interpretación donde el tiempo parece haberse detenido. No es rápida, no es lenta, simplemente la unidad de tiempo se ha transformado en algo inexistente, porque cuando uno escucha esto no existe nada más que la propia música. Gracias, maestro Leonhardt.

16 de enero de 2012

Existen los reyes?

Nos ha escrito Nunglo diciendo que en la entrada anterior ha descubierto a Paul Robeson, y ahí andaba yo preparando una entrada para explayarme un poco sobre Robeson cuando una amiga me ha enviado este vídeo que os pongo aquí. Como no me apetece ni lo más mínimo molestarme en escribir una sola coma del personaje ese que dicen que se murió ayer, que para eso están los profesionales Mendigo y Hugo, pues os dejo el susodicho vídeo que, a mi modesto entender, es la explicación más clara y cachonda de por qué tenemos la monarquía que tenemos. Eso sí, recomiendo que veais el vídeo donde no importa que os oigan las carcajadas. Vamos, que si alguno mira esto desde el trabajo igual le pillan.

Que os guste y hasta la próxima que, espero, sea la entrada de Robeson que no me ha dado tiempo a poner hoy.


PS: No tengo ni idea de quien es el fulano que presenta esto, pero igual alguno pasa y puede contarlo.


7 de enero de 2012

Walkman y Steve Jobs


Mucho se ha escrito en las últimas semanas acerca de Steve Jobs y todo lo que se ha movido alrededor de él. Incluso si escribo esto con un Mac, nada más lejos de mi intención que escribir una nueva hagiografía de semejante personaje, pero quisiera de alguna manera emparentar su muerte física con la de uno de los objetos que más ha cambiado la forma de escuchar música: el walkman. Si mi información no es incorrecta, más o menos un año antes de morir Jobs la Sony anunciaba que dejaba de fabricar lo que había sido su invento allá por 1979 o 1980.

Jobs ha recibido muchas loas por el invento del iPod, ese cacharro que a mí me alivia los viajes de trabajo que no consigo evitar y que, sin duda, es heredero del walkman, ese cacharro que nos parece hoy antediluviano pero que fue revolucionario en su momento.

El vídeo que teneis es de una película francesa de 1980 que se titula La boum y es una visión algo ñoña de la adolescencia, pero que nos sirve para lo que estamos contando. En Francia fue todo un fenómeno, entre otras cosas porque supuso el lanzamiento de Sophie Marceau. Este vídeo es un poco largo y lo que nos interesa está casi al final, cuando durante la fiesta (la boum) la adolescente Sophie Marceau va a refrescarse de tanto baile, la música que suena es de las que llamábamos de bailar sueltos, y su chico se acerca y le pone los cascos de un walkman con una música de “bailar agarrados”, que es la música que empieza a sonar a partir de entonces en el film. A partir de ese momento ellos bailan aislados del resto de la fiesta.

Esta escena es hoy anodina, pero muestra claramente la revolución que significó el walkman: la escucha musical pasó de ser algo colectivo a un hecho individual. Si tenemos en cuenta que durante sus 30 años de vida se han vendido unos 220 millones de walkman, y que el iPod se ha vendido mucho más en mucho menos tiempo podemos concluir, entre otras cosas, que la individualización de la escucha musical se ha extendido. Eso que algunos llaman la democratización de la escucha de la música, personalmente lo veo como uno más de los instrumentos que estamos utilizando para aislarnos de lo que pasa a nuestro alrededor.

Cuando antes decía que yo me sirvo de un iPod para hacer más llevaderos mis viajes de trabajo, me refería precisamente al hecho de aislarme de lo que me rodea en, pongamos, un aeropuerto. Basta mirar alrededor para ver cada vez más jóvenes que, incluso cuando van con sus compañeros, se aislan escuchando su iPod o el mp3 que tengan a mano.

Dejo aquí la reflexión para que cada uno la continue por donde más le apetezca, y acabo con un vídeo que no tiene nada que ver. Se trata de Paul Robeson cantando un conocidísimo espiritual. Su voz oscura y pastosa es, si no recuerdo mal, la que ilustraba una de las primeras escenas en La consagración de la primavera, de Alejo Carpentier, ese escritor de una importancia musical extraordinaria y al que algún día dedicaremos algo de tiempo.

5 de enero de 2012

Piano = Ruido?

Ya va para catorce años que me marché de España y nunca he perdido la sensación cada vez que vuelvo, sobre todo si es en avión: en España todo se oye más, por todos lados hay más ruido y el personal siempre habla más fuerte. Esto me ocurría cuando volvía desde Holanda y me ocurre ahora cuando vuelvo desde Toulouse, que no es precisamente la ciudad más silenciosa de Francia.

Esto viene a cuenta de una noticia que apareció hace unos días en El País, una noticia de esas que ocupan poco, pasan desapercibidas y dicen mucho sin embargo. Habla en concreto de una estudiante de piano de Puigcerdá que se enfrenta a una petición de condena de siete años de cárcel por… tocar el piano en su casa.

Esta es la noticia tal y como apareció. Yo lo primero que tuve que hacer es mirar el calendario por si era una broma del día de los inocentes, pero no. Pensé que tocaba por las noches a deshora, tampoco. En un país donde el ruido nunca importa, donde puedes poner una discoteca debajo de una vivienda y no necesitas aislar nada, alguien va y pone una denuncia como esa … y el juez se la toma en cuenta.

Hay que decir varias cosas sobre esto. La primera es que el juez es sordo, al menos en el sentido celibidachiano del término. Es decir, puede oir cuando una persona está hablando, pero es incapaz de discernir entre algo tan obvio como el ruido y la música. La segunda cosa que se me ocurre es que la denuncia, de ser admitida, tendría que ir en todo caso encaminada al constructor bandarra que no aisla una vivienda.

En fin, espero que todo esto solo acaba en un mal susto para la pianista. A mi me ha recordado aquella anécdota que ocurrió en un hotel de lujo donde unos ejecutivos se quejaban de no poder celebrar su reunión porque al otro lado de la pared había alguien “aporreando” un piano. Informados de que el aporreador era Rubinstein dejaron la reunión para otro momento y se dedicaron a escucharle.

Aquí os dejo un video que he encontrado de la denunciada. La calidad del vídeo no es excelente y ella no tocará como Rubinstein, pero desde luego no merece siquiera que la hayan denunciado. Aunque solo sea por solidaridad de músico amateur (ando ahora con el clarinete), me sentía obligado a contar esta noticia.


PS: la noticia de El País da los nombres de la acusada y de la denunciadora. Algún día me gustaría que fueran siempre tan generosos con los nombres de los jueces y pudiéramos saber siempre quienes son los que dicen tanta tontería jurídica.


Isaac Diaz Pardo


El señor de la fotografía se llama Isaac Díaz Pardo y ha fallecido hoy. Para aquellos a los que no diga nada el nombre de Isaac pueden leer una necrológica aparecida aquí. Poco puedo añadir yo mismo aparte de repetir aquí lo que me contó alguien que le conoció de cuando dirigió Sargadelos. Eran tiempos todavía más franquistas que los actuales y, para alguien que venía de Francia con la idea de aprender algo sobre cerámica fue una sorpresa encontrar una empresa donde los trabajadores podían disfrutar de una serie de condiciones que eran desconocidas en muchas de las grandes empresas de porcelana en Limoges. Aquellos avances se debían únicamente a Isaac y a sus ideas que no paró de poner en práctica.

Corren malos tiempos para la memoria, por eso ahora que ha muerto la persona desde aquí deseo larga vida al recuerdo y a la memoria de todo cuanto hizo Isaac Díaz Pardo.