Mucho se ha escrito en las últimas semanas acerca de Steve Jobs y todo lo que se ha movido alrededor de él. Incluso si escribo esto con un Mac, nada más lejos de mi intención que escribir una nueva hagiografía de semejante personaje, pero quisiera de alguna manera emparentar su muerte física con la de uno de los objetos que más ha cambiado la forma de escuchar música: el walkman. Si mi información no es incorrecta, más o menos un año antes de morir Jobs la Sony anunciaba que dejaba de fabricar lo que había sido su invento allá por 1979 o 1980.
Jobs ha recibido muchas loas por el invento del iPod, ese cacharro que a mí me alivia los viajes de trabajo que no consigo evitar y que, sin duda, es heredero del walkman, ese cacharro que nos parece hoy antediluviano pero que fue revolucionario en su momento.
El vídeo que teneis es de una película francesa de 1980 que se titula La boum y es una visión algo ñoña de la adolescencia, pero que nos sirve para lo que estamos contando. En Francia fue todo un fenómeno, entre otras cosas porque supuso el lanzamiento de Sophie Marceau. Este vídeo es un poco largo y lo que nos interesa está casi al final, cuando durante la fiesta (la boum) la adolescente Sophie Marceau va a refrescarse de tanto baile, la música que suena es de las que llamábamos de bailar sueltos, y su chico se acerca y le pone los cascos de un walkman con una música de “bailar agarrados”, que es la música que empieza a sonar a partir de entonces en el film. A partir de ese momento ellos bailan aislados del resto de la fiesta.
Esta escena es hoy anodina, pero muestra claramente la revolución que significó el walkman: la escucha musical pasó de ser algo colectivo a un hecho individual. Si tenemos en cuenta que durante sus 30 años de vida se han vendido unos 220 millones de walkman, y que el iPod se ha vendido mucho más en mucho menos tiempo podemos concluir, entre otras cosas, que la individualización de la escucha musical se ha extendido. Eso que algunos llaman la democratización de la escucha de la música, personalmente lo veo como uno más de los instrumentos que estamos utilizando para aislarnos de lo que pasa a nuestro alrededor.
Cuando antes decía que yo me sirvo de un iPod para hacer más llevaderos mis viajes de trabajo, me refería precisamente al hecho de aislarme de lo que me rodea en, pongamos, un aeropuerto. Basta mirar alrededor para ver cada vez más jóvenes que, incluso cuando van con sus compañeros, se aislan escuchando su iPod o el mp3 que tengan a mano.
Dejo aquí la reflexión para que cada uno la continue por donde más le apetezca, y acabo con un vídeo que no tiene nada que ver. Se trata de Paul Robeson cantando un conocidísimo espiritual. Su voz oscura y pastosa es, si no recuerdo mal, la que ilustraba una de las primeras escenas en La consagración de la primavera, de Alejo Carpentier, ese escritor de una importancia musical extraordinaria y al que algún día dedicaremos algo de tiempo.
Dos cosas:
ResponderEliminarLa primera que me acabas de descubrir un cantante que desconocía, muchas gracias.
Y la segunda que el tema de los walkman, los cascos, etc me recuerda a la novela Farenheit 451. La mujer de Montag se pasaba el día con un puequeño auricular en la oreja, buscando aislarse de la vida.
Un saludo
fdo:nunglo