21 de abril de 2013

El oido atento - Fernando Palacios





Hace ya muchos años que dejé de escuchar asiduamente Radio Clásica por la simple razón que vivir primero en Holanda y ahora en Francia me ha hecho volcarme por las emisoras equivalentes en estos países: Radio-4 en Holanda y France Musique en Francia. Ya sé que ahora todo lo podemos escuchar por internet y nada me impide escuchar más a menudo Radio Clásica, pero al final uno se aplica a escuchar con más atención aquello que se produce donde vive en ese momento.

No quiero ahora entrar a comparar estas estaciones de radio, que esta entrada no va de eso; lo que ocurre es que hace unas semanas viajé en coche a Madrid y, a la vuelta, un sábado por la mañana, me encontré escuchando El oído atento, un programa que emite Radio Clásica los sábados de 10 a 11 de la mañana, y que presenta Fernando Palacios. A muchos puede no decirles nada este nombre, pero para mí Fernando Palacios es, desde hace unos 30 años, sinónimo de buenos programas de radio o de televisión. Fernando Palacios es sinónimo de imaginación desbordante, de descubrimiento de nuevas músicas, de apertura a otras músicas, de curiosidad sin límites… En fin, los muchos programas que he escuchado con Fernando Palacios siempre han tenido algo en común, que me han hecho descubrir músicas que sin él me hubieran pasado desapercibidas: o bien porque no las hubiera escuchado, o porque no hubiera puesto la atención en el sitio adecuado y ahí está siempre él para corregirlo.

Como se deduce por el título, su programa no es para ser oído, sino para ser escuchado. Yo ahora descargo los programas con el podcast (podcaster que dicen en Francia) y los escucho cuando puedo, que a lo largo de la semana siempre hay algún rato en el que puedo escuchar con atención. De cada programa saco alguna música desconocida y con la que me recreo. Así me ocurre desde aquella ocasión en mi época de estudiante en que le escuché hablar de los 4 últimos lieder de Richard Strauss con ocasión de un concierto de la Orquesta de RTVE. Por la tarde yo estaba en el Teatro Real, entonces todavía sala de conciertos, escuchando en vivo tan impresionante música y disfrutando de lo lindo. Han pasado muchas músicas desde entonces y nunca se lo agradeceré lo suficiente.

Os dejo aquí la última de estas canciones de Richard Strauss, con una versión de la siempre impresionante Jessye Norman, es la titulada Im abrendot, sobre texto de Josef von Eichendorf, que traducido dice así:

Entre penas y alegrías
hemos andado, mano a mano,
ahora ambos descansamos
de nuestro andar, en tierra silenciosa.

En torno a nosotros descienden los valles,
ya se oscurece el cielo,
solo dos alondras aún se alzan
soñando en el aire perfumado.

Acércate,y déjalas revolotear,
pronto es ya hora de dormir,
no erremos el camino
en esta soledad.

¡Oh, extensa y silenciosa paz!
tan profunda en el crepúsculo,
¡qué cansados estamos de andar…!
¿será esto la muerte?





15 de abril de 2013

José Luis Sampedro in memoriam





“Al igual que los fumadores pasivos no disfrutan del tabaco, pero respiran el humo cancerígeno, así las masas globalizadas sufren las consecuencias negativas mientras los pocos globalizadores disfrutan de sus privilegios.”

“La libertad de acción financiera y monetaria ha ido consolidándose en los últimos decenios en virtud de leyes de liberalización presentadas más eufemísticamente como “desregularizadoras” y aprobadas por la creencia en la ideología del liberalismo económico, dominante en las más encumbradas instituciones académicas y seguida también por los grandes organismos internacionales. Aunque la utilidad esencial de esa teoría consiste en legitimar el poder del dinero, nos es presentada como si tuviera las mismas virtudes democráticas del liberalismo político. Pero la realidad es que mientras en este último cada persona encarna un voto, en el liberalismo económico el “voto” corresponde a cada unidad monetaria y no a cada ciudadano. Por tanto, al dejar los gobiernos las manos libres al poder económico privado, los votantes han perdido el control democrático ejercido, en principio, mediante la elección de sus representantes y gobernantes. En otras palabras: la globalización económica es totalmente antidemocrática.”

“En los países con sistemas económicos fuertemente planificados (como la Unión Soviética durante el régimen comunista) era frecuente la formación de largas colas de compradores en las tiendas para conseguir algunos productos. Ese hecho se presentaba en Occidente como un atraso molesto y fastidioso que no afecta a los consumidores de un sistema de mercado. Pero esa supuesta prueba de superioridad encierra una trampa, al no poner de manifiesto que en los países occidentales, de mercado sin racionamiento, también existen colas, sólo que resultan invisibles. Al igual que los mendigos, no perceptibles en las calles cuando lo prohíben las ordenanzas o se los llevan los guardias para ocultárselos a los visitantes ilustres, las colas invisibles las integran, sin formarse materialmente, los compradores atraídos por la oferta, pero que ni siquiera se acercan a la tienda porque no tienen dinero suficiente para adquirir los artículos que desean, como pueden hacerlo los adinerados. Ni en el sistema de mercado ni en el planificado hay existencias suficientes para abastecer de todo a todos. La diferencia esencial está en el modo del reparto. Como en el socialismo planificado la renta estaba repartida con más igualdad, resultaba forzoso el racionamiento con sus colas; en cambio, en un sistema de mercado la riqueza se reparte con mucha mayor desigualdad y origina “colas invisibles”, porque sólo una minoría puede obtener los artículos deseados.”

“mientras que la minoría globalizadora casi limita su interés a los mecanismos y resortes económicos que afectan a sus beneficios y operaciones especulativas, la gran mayoría oponente se inquieta por lo que importa a la vida humana en todas sus dimensiones, desde el escenario natural a la educación y perfeccionamiento de las personas, desde el hambre a la actividad creadora, desde la justicia a la solidaridad, desde la ciencia al placer”


Las citas recogidas más arriba están extraidas de “El mercado y la globalización”, de José Luis Sampedro y editado por Destinolibro. Los más curiosos que busquen porque creo que se encuentra gratis en internet.