Recogido de eldiario.es, podeis ver el documental con subtítulos en castellano.
Por mi parte el único comentario que puedo hacer es agradecer a Rita Barberá por sus protestas y a Federico Trillo por interpelar a la BBC, porque si no hubieran hecho tanto aspaviento ante sus huestes ni hubieran llamado la atención de manera tan ridícula, el que esto suscribe no se hubiera nunca enterado de la existencia de este vídeo.
PS: alguno de los colegas de La cebolla seguro que tendrá a bien pasar por aquí y subir este vídeo también a La cebolla, porque mi inutilidad con la informática me ha impedido hacerlo.
Copio dos cosas hoy, una es del blog de Maruja Torres, es la escena final de "Qué bello es vivir". Como bien dice Maruja, a pesar de todo y de la que está cayendo, qué bello es vivir.
Lo segundo es un vídeo que me envía mi amiga Ana, compañera inseparable de muchas aventuras musicales y a la que espero ver en Madrid dentro de unos días. Se trata de una ensalada, La Bomba, de Mateo Flecha. La interpretación es de Jordi Savall con un montón de gente, entre otros suenan los sacqueboutiers (no se cómo se dicen en castellano) que interpretan los Sacqueboutiers de Toulouse, un grupo inigualable que a mí me han enseñado la dulzura que tienen estos instrumentos cuando están en buenas manos (y pulmones).
El vídeo que puse en la
entrada anterior, y que ahora vuelvo a colgar, es un concierto de Rolf Lislevand y Noël Akchoté, en una
grabación de France Musique, que para entendernos es en Francia lo que es Radio
Clásica en España. La iniciativa de France Musique es de agradecer, por lo que
tiene de poder escuchar un concierto gratuito y sin publicidad. Pero el
concierto admite algunos comentarios que me apresto ahora a publicar, cosa que
no hice por pereza la semana pasada.
Lo primero que me llama la
atención es la mezcla de una música renacentista por parte de Rolf Lislevand,
con el jazz de Akchoté. El choque para mí no está tanto en los estilos, sino en
la necesidad del segundo de utilizar altavoces para que se escuche su música,
mientras que Lislevand es fundamentalmente un músico acústico y sus interpretaciones
pierden muchísimo si se pone un altavoz de por medio. Esto que digo debe ser
mucho más acusado en el concierto en vivo, pero incluso en la grabación se
escucha una diferencia de sonido que a mí me choca más todavía que la
diferencia de estilos. Ya sé que se me nota mucho, pero mis preferencias
siempre van por donde está lo acústico antes que lo amplificado
electrónicamente, que siempre me parece más adulterado.
Vamos ahora con la música en
sí misma. Si bien es verdad que estoy lejos de ser un entendido en todo lo que
se refiere al jazz, puedo presumir de un cierto bagaje a mis espaldas que me
permite identificar un buen músico de otro que no lo sea tanto. De Lislevand
tengo poco que decir, porque sus interpretaciones de música renacentista ya lo
dicen todo. Creo que cualquiera a quien le guste la guitarra disfrutará de sus
interpretaciones con todo lo que sea de cuerda pulsada. En este concierto se le
escapa alguna morcilla, algo que yo perdono sin ningún problema a un intérprete
de su sensibilidad. Id a la pieza que toca en el minuto 25:30, con las
variaciones hiperconocidas a partir del 28:20, y recrearos un rato que merece
la pena.
Ahora viene la otra parte,
Noël Akchoté. Es la primera vez que le escucho pero me costará volver a
hacerlo. La definición de Mendigo en la entrada me parece muy adecuada para la
parte de Akchoté: hay algunos buenos ingredientes, pero de ahí no sale un buen
plato si no hay un buen cocinero, y Akchoté no parece serlo. Tiene técnica y
parece saber lo que quiere hacer, pero tiene errores imperdonables. Que un músico
de jazz no sepa en qué tonalidad está tocando un compañero y entre por donde le
da la gana, aunque sea como echarle gaseosa a un St Emilion, me parece
simplemente imperdonable. Ignoro si el comentario de Mendigo era válido para
los dos, pero yo se lo he adjudicado a Akchoté directamente.
Luego está el asunto de la
mezcla, que simplemente me parece que no va, son dos estilos que chocan y por
eso cada uno toca lo suyo sin que sus caminos se crucen. De alguna manera este
concierto me ha recordado al de hace la tira de años, de Paco de Lucía con John
McLaughlin y algún tercer guitarrista de jazz, a veces Al di Meola, a veces
Larry Coryell. Hace mucho que no he vuelto sobre aquellos conciertos, pero
siempre me pareció que el esfuerzo de Paco de Lucía por acercarse a los otros
músicos se debía más a su sabiduría y a los límites de los otros intérpretes
que a otra cosa.
Por cierto, la música antigua
sí mezcla bien con el flamenco, como bien se dedicaron a demostrarlo el grupo l’Arpeggiatta
y Pepe Habichuela con estas Jácaras.
Por una vez esta es una entrada casi sin palabras. El vídeo es un concierto de un encuentro de Rolf Lislevand, al que conocíamos de sus antiguas colaboraciones de música antigua con Jordi Savall, y Noël Akchoté, un músico del que yo desconocía todo hasta encontrar este vídeo y que es presentado por Lislevand como un hombre del Renacimiento.
La crítica la haré otro día, aunque quienes son fieles a este blog pueden adivinarla. Prefiero que lo escuchéis sin ningún prejuicio y que os hagáis vuestra propia idea, pero yo volveré otro día sobre este concierto para dar mi opinión.
Se celebra todos los años
alrededor del 1 de noviembre y yo acudí por primera vez en 1990. Desde
entonces, y salvo en dos ocasiones, he acudido con auténtico entusiasmo cada
año al Certamen Coral de Tolosa. En todo este tiempo he podido hacer amigos, he
disfrutado de grandes momentos corales, he aprendido a escuchar la música de
otra forma… Nada de todo eso hubiera sido posible sin este Certamen que, como
un pequeño milagro, es puesto en pié cada año por unas cuantas manos generosas
que dedican una parte importante de sus vidas a reunir durante unos pocos días una
importante muestra de lo mejor del mundo coral. Cada vez que he acudido, ya
hiciera frío o calor, he podido siempre volver haciendo un balance de algunas
cosas seguras, algunas tan fiables como un buen plato de alubias en el Beti
Alai: los buenos amigos siguen estando ahí, siempre ha habido algún coro que
por sí solo ya justificaba la paliza de viaje y siempre, siempre, en el viaje
de vuelta he sentido el cansancio de unos días vividos con intensidad a la vez que
una energía y unas ganas de hacer cosas que la música por sí sola no es capaz
de explicar.
Pero este año ha habido algo
más, algo de lo que no me he dado cuenta sino días después, cuando he querido
hacer un balance personal del viaje de este año. El Certamen es para mí un
momento de encuentro con muchos profesionales de la música que he tenido la
suerte de conocer en cursos de verano o bien directamente en Tolosa. Las
conversaciones siempre giran en torno a la música, al trabajo, que en el caso
de ellos es musical, a los coros que dirigen o a la última obra musical que han
estrenado en el Certamen. Este año también, pero a cada conversación siempre se
le ha añadido un “pero”, que no ha sido otro que la crisis. Esta ha pasado de
ser una mera estadística en la prensa a ser una insoportable compañera de viaje
para quienes han construido su vida en el mundo de la educación y de la
cultura. Un mundo que, a juzgar por lo que he escuchado, está en serio peligro
de desaparecer tal y como hoy lo conocemos.
Ocurre además que el propio
Certamen de este año ha sido golpeado seriamente por los recortes y, ojalá me
equivoque, es posible que haya recibido ya el impacto de un obús bajo su línea
de flotación. En los últimos años el Certamen se ha venido desarrollando en
tres líneas diferentes: coros, grupos vocales y coros infantiles. Las sesiones
de coros, compitiendo en polifonía y folklore, así como los grupos vocales, en
música sacra y profana, reúnen siempre a aficionados y profesionales que nos
vemos las caras de año en año. Pero la sesión infantil va mucho más allá al
llamar también a un público infantil que constituye no solo el público adulto
de mañana, sino en muchos casos las ganas de hacer música de hoy. Por si fuera
poco en los últimos años el premio absoluto lo ha ganado no pocas veces un coro
infantil, demostrando así que a veces los chavales consiguen ser más
profesionales que los adultos. Pues bien, este año, en una decisión muy difícil
y no exenta de cierta polémica interna, los organizadores decidieron suprimir
el certamen infantil por la sencilla razón de que, con los recortes, ya no les
llegaba el presupuesto.
Yo no tengo soluciones a esto
que no pasen por unos gobernantes que vean la educación y la cultura en un
sitio diferente al capítulo de gastos, pero a mí me ha dolido particularmente
esta decisión de los organizadores porque todavía tengo reciente el día que,
con solo tres años, llevé a mi hija a escuchar el Certamen infantil y a la
salida me dijo que quería cantar en un coro. Es domingo cuando escribo esto y
acabo de traerla de un ensayo de su coro, donde hay chavales de hasta 16 años y
mi hija me ha dicho con orgullo que, con solo ocho años, ya es de las más
veteranas.
Luego cuando llega a casa hay
que convencerla de que su ensayo ha terminado y tiene que dejar de cantar, pero
eso es otra historia que queda para otro día. Entretanto os dejo aquí las
Habaneras de carnaval, de David Azurza, por el Cor Infanil Amics de la Unió,
una de las músicas preferidas de mi hija.