Hace unos días, el pasado 18 de octubre, se cumplían 10 años
de la muerte de Manuel Vázquez Montalbán, un aniversario por el que, salvo
error por mi parte, la prensa española ha pasado de puntillas pero que no podía
dejar pasar puesto que es uno de mis escritores de cabecera.
Sucesivos desencuentros con algunos de mis profesores de
colegio e instituto han hecho de mí un lector tardío, tanto que puedo decir que
no comencé a leer realmente literatura hasta mi época universitaria, cuando
estudiaba en la Politécnica de Madrid y tuve que formarme escogiendo mis
lecturas de forma completamente desordenada. En ese largo proceso en el que
todavía puedo decir que me encuentro treintaytantos años después, las lecturas
de todo cuanto caía en mis manos escrito por Vázquez Montalbán han sido una
parte importante de mi formación.
Durante años, como tantos otros lectores, he esperado cada
lunes para comenzar a leer el diario El País por la última página. He leído
compulsivamente las aventuras de Pepe Carvalho para luego releerlas para mejor
digerirlas, contradiciendo así el aforismo carvalhiano que dige que la
digestión no es lo importante, sino disfrutar comiendo. De Carvalho pasé
después a otras novelas, ensayos y terminar llegando por fín a su poesía… para
después volver a empezar.
MVM ha sido para mí principio y fin de muchos otras lecturas
a las que he llegado gracias a él; MVM es de alguna manera el tronco desde el
que han surgido la mayoría de mis otras lecturas.
Hago aquí una selección de algunas de mis preferidas:
Asesinato en el Comité Central: creo que fue la primera de
las novelas de Carvalho que leí. Vázquez Montalbán “se carga” al secretario
general del PCE durante una reunión del Comité Central, en lo que era un
mensaje para que las bases revelaran a la dirección histórica. Hablamos de los
primeros años ochenta y Santiago Carrillo nunca le perdonó, hasta el punto que
en una reunión real del Comité Central y ante un apagón, escena como la del
asesinato en la novela, en medio de la oscuridad se escuchó claramente la voz
de Carrillo: “Manolo, quieto”.
El pianista: una enorme reflexión sobre el papel del artista
en la sociedad contemporánea. A través de dos personajes antagónicos, uno el
compositor que ha vuelto del exilio rodeado de un aura de éxito y glamour, el
otro pianista, a cuestas con una carrera quebrada por haber dado una respuesta ética
a un tiempo de barbarie, sufridor de la cárcel y de todas las penurias del
franquismo. A mi modesto entender, una de las novelas más rotundas de Manuel Vázquez
Montalbán.
Galíndez: una de sus mayores obsesiones según ha contado
años más tarde alguno de sus allegados. Merece más de una reflexión la
biografía real de un antiguo dirigente del PNV, exiliado, colaborador del
dictador Trujillo en la República Dominicana, más tarde colaborador del FBI a
cambio de un pasaporte, que acabó secuestrado en plena Quinta Avenida de Nueva
York y torturado hasta la muerte en algún rincón oscuro de las cavernas de
Trujillo. La narración de Vázquez Montalbán no deja indiferente, con la
historia casi repetida en la persona de la historiadora que recopila datos
sobre Galíndez para escribir una tesis.
Autobiografía del general Franco: monumental juego entre
literario e histórico. Un escritor antifranquista recibe el encargo de escribir
una autobiografía de Franco. El alma democrática del escritor se revela y
contesta los discursos del general. Si bien alguno preferirá los libros de
Historia, sinceramente yo me quedo con esta forma de aprenderla.
La aznaridad: publicado en octubre de 2003, unos días
después de su fallecimiento, es sin duda un libro imprescindible para intentar
comprender la derecha tan repugnante que nos toca sufrir. Es el próximo que
tengo en la pila de relecturas.
Geometrías de la memoria: conversación con George Tyras
recogida por éste y libro imprescindible para conocer mejor al escritor y
periodista, sus gustos, sus fobias y algunas razones de sus decisiones vitales.
Dije al principio que la prensa ha pasado de puntillas por
este aniversario, pero sería injusto si no recordara aquí
el artículo de Ramoneda de inexcusable lectura publicado en El País, ese diario que Vázquez
Montalbán consideraba como su periódico, donde colaboró invariablemente durante
más de veinte años, ese diario para el que hoy parece tal que Vázquez Montalbán
no hubiera escrito nunca.
Para terminar quisiera referirme a un libro de reciente
aparición: Recuerdos sin retorno, de Daniel Vázquez Sallés. Libro imprescidible
para los que quieran indagar algo más sobre el escritor y la persona. Daniel es
hijo de Vázquez Montalbán, también escritor y además muy recomendable, tanto
que lo tengo “fichado” entre los escritores a los que sigo a medida que
publican.
Dejo aquí una de las columnas de los lunes
en El País, publicada en enero de 1994 y recogida en el tercer volumen de la
recopilación de su obra periodística, que ha dirigido Francesc Salgado, una columna que nos da ligeramente una idea de la tremenda vigencia de Manuel Vázquez Montalbán:
Diez
años atado a esta columna. Esta vez me fallan las cuerdas vocales y no me sale
desearles un próspero 1994. En la bola de cristal sólo veo a un nuevo Gran
Hermano síntesis de neoliberalismo y neoautoritarismo, un fascista de mucho
cuidado con la ley de la oferta y la demanda pertrechada por el principio
filosófico del "o crece o muere". El sistema lleva casi 300 años
eligiendo a sus instrumentos de dominio histórico más adecuados para cada
ocasión, y si en los interregnos fascistas de este siglo tuvo que valerse de
mascaritas pardas, negras o azules, los nuevos intermediarios del autoritarismo
fascista neoliberal pueden llevar pantalones tejanos de firma y chaquetas de
cachemir, e incluso hacerle ascos a los fascistas de choque, con sus cabezas
rapadas y sus canesús de cuero. Unos y otros persiguen al mismo perdedor y
necesitan del mismo perdedor para autolegitimarse y legitimar una nueva
división de clases, independiente del pavoroso incremento del perdedor,
millones, aquí y en la miserablemente fértil Singapur. Y el lenguaje vendrá
cual auxilio balsámico a llamar "asiatización de las relaciones de
producción" a lo que ya es y será puramente una merienda de mano de obra
en precario, y pobre mano de obra si, reivindica pautas culturales de protesta,
por que los neoliberales fascistas neoautoritarios recurrirán a toda clase de
represiones si les falla la que ya están practicando sistemáticamente:
extirparle al enemigo de clase las glándulas de su propia identidad. De momento
funciona. Pero si algún día los desesperados asaltan las grandes superficies
comerciales" de la tierra, entonces el Gran Hermano ametrallará lo
estrictamente necesario para recuperar la sonrisa y la palabra ante las cámaras de te levisión. Tal vez
ocurra en 1994. En cualquier caso, que llueva, porque la sequía lo empeora
todo.