15 de diciembre de 2013

Benjamin Britten (2): Curlew River




La acción transcurre en un tiempo indefinido que bien podría ser la Edad Media. Un grupo de peregrinos busca cómo atravesar un río para acercarse a un. Al grupo se le une un viajero y también una mujer que se volvió loca un año antes cuando perdió a su hijo. Cuando el grupo llega al borde del río para cruzarlo en barco, el barquero, al ver la pena de la mujer, se apiada y la deja subir con los demás. En la travesía el barquero contará la historia de un niño raptado y maltratado y que falleció hace un año. La mujer entonces reconocerá en este relato los sucesos de la desaparición de su hijo. El grupo entero se dirigirá al santuario que acoge la tumba del niño. Este reaparecerá milagrosamente vivo al final de la obra.

Esta breve síntesis es el argumento de Curlew River, una obra capital en la enorme producción de Benjamin Britten. Terminada en 1964 la obra comenzó a gestarse a partir de un viaje que el compositor hizo a Japón en 1957, donde quedó impresionado por alguna representación de teatro japonés. Lejos de querer hacer de la historia un pastiche de un antiguo texto japonés, Britten y el libretista William Plomer nos hablan de la transmutación del alma humana, valiéndose para ello de la fachada de una historia cristiana.

Una de las singularidades de la obra es que da el papel de la mujer a una voz de tenor, papel crucial en esta ópera y sobre el que recae una enorme responsabilidad en cuanto al resultado de la representación. El resto de las voces solistas son barítonos y un coro reducido de hombres hace el papel de los peregrinos. El apoyo instrumental, bastante reducido, se limita a una flauta, trompa, viola, contrabajo, arpa y órgano, más un conjunto de percusión.

Podríamos hablar de una ópera de cámara, pero no es ninguna barbaridad interpretar la obra en versión de concierto. Así la escuché yo la primera vez, hace ya diez años, en el Concertgebouw de Amsterdam, con John Mark Ainsley en el papel de la mujer. Gran actor y cantante, con la cabeza rapada, sin la ayuda de un decorado, convertía con su voz (y con la música de Britten) su figura de hombre en la de una mujer a la que el dolor ha enloquecido. Aquella interpretación me impresionó tanto que así lo escribí en la portada de un libro que había comprado justo antes del concierto en la tienda de música que hay al lado del Concertgebouw.

Fuera del concierto o la representación “live” Curlew River no es precisamente una obra fácil, pero cada vez que la escucho me recuerda las emociones de aquél concierto y esto me ha animado a traerla aquí. El vídeo de aquí abajo es una representación de 1998 para el festival de Aix-en-Provence. En algún sitio debe existir una grabación del concierto al que yo asistí, porque en su momento fue retransmitida por la Radio-4 holandesa, pero seguro que historias imbéciles de derechos y otras zarandajas la han dejado en algún baúl de los recuerdos.



8 de diciembre de 2013

Fernando Argenta





Debía correr el año 1983 cuando en el Colegio Mayor de Madrid donde yo residía invitamos a Fernando Argenta a que nos diera una charla (llamarlo conferencia no iba con el carácter de su persona). Supongo que fuimos cuatro micos, ya no lo recuerdo, pero al final se quedó a solas con quienes habíamos organizado aquél encuentro. Fue entonces cuando él nos invitó a dos de nosotros a visitar Radio Nacional aprovechando uno de sus Clásicos Populares y fue así como aparecí por uno de sus programas, porque para nuestra sorpresa y pillándonos desprevenidos directamente nos hizo una entrevista, donde un estudiante anónimo como yo era ocupó un tiempo de radio para explicar de dónde venía su afición a la música. No se a quién podría entonces interesar eso, pero Fernando me preguntaba con un interés como si yo fuera alguien importante y al menos consiguió que, a muchos kilómetros de distancia, a mi señora madre se le cayera un poco la baba aquella noche al escuchar la radio.

Algo había de mágico en escuchar la radio en aquellos años y desde luego para mí lo tuvo el aparecer en un estudio de Radio Nacional y ver las caras de algunos de los locutores que yo tanto había escuchado por radio. El programa Clásicos Populares ha tenido muchas épocas y en aquella el acompañante de Argenta era Rodri, o José Manuel Rodriguez “Rodri”, como él se presentaba. Entonces ya era un programa muy rodado, pero yo lo había conocido algunos años antes cuando la única voz que se oía era la de Carlos Tena. Por descuido, ignorancia o por desidia profesional, las noticias que han dado cuenta esta semana del fallecimiento de Fernando Argenta no han contado que, en sus comienzos, el programa estaba dividido en dos partes, una primera titulada Clásicos pop, dedicada a la música pop de los sesenta y, tras el informativo que partía por dos el programa, una segunda parte que ya se llamaba Clásicos Populares. El presentador único de los dos programas era Carlos Tena por la sencilla razón que Fernando Argenta era consciente de sus problemas para ser un buen locutor. Más tarde ocurriría lo que todos sabemos, Argenta ocuparía el asiento delante del micrófono y convertiría en proverbial su dificultad a la hora de contar un guión o improvisar un discurso.

El quinceañero que yo era cuando empecé a escuchar el programa se deleitaba con escuchar música sin la etiqueta que se le ponía en otros lugares. Descubrí allí muchos compositores y bastantes músicas que me llevaron después a meterme por otros caminos. Porque el oyente analfabeto que yo era entonces se fue convirtiendo en un oyente consciente de su analfabetismo y que quería aprender más. Así llegué a otros programas de radio, a asistir a conciertos con más curiosidad y a informarme allá donde podía. Dejé de escuchar Clásicos Populares probablemente por alguna razón de incompatibilidad de horarios con otra actividad, y pasado algún tiempo el programa ya no respondía a mi curiosidad, porque a mí ya no me interesaba solamente algún dato biográfico de los compositores, sino que necesitaba conocer mejor la estructura de una obra para así poderla disfrutar más a fondo.

Que no haya escuchado Clásicos Populares desde hace la tira de años no impide que pueda aquí enlazar la magnífica columna que le ha escrito David Torres en Público. Como también es de justicia que, en forma de agradecimiento póstumo, deje aquí una de las músicas que descubrí gracias a la curiosidad que me despertó Argenta en algunos de sus programas. Se trata del Andante del Concierto para piano nº 2 de Brahms. Argenta se quedaba en la entrada de los cellos en este movimiento, una de esas melodías sublimes que no dejan indiferente a quien la escucha. Él no iba más allá, lo dejaba en la introducción y después el oyente tenía que elegir quedarse en esa superficie y disfrutarla o seguir indagando… y disfrutar también. Yo elegí la segunda vía.



Para el lector que quiera adentrar más en esta obra la dejo aquí abajo entera en la misma versión del primer vídeo: Daniel Barenboim al piano, la Orquesta Filarmónica de Munich y Sergiu Celibidache a la dirección. Para quien quiera solo escuchar el movimiento lento, pero esta vez entero (en el vídeo de arriba está cortado), éste empieza en el minuto 30 de la grabación y llegar hasta el final en esta versión tiene su miga… y su recompensa.