17 de julio de 2012

To Rome with love




Se ha estrenado hace unos días en Francia la última película de Woody Allen, To Rome with love, que en España creo que se estrenará allá por septiembre con el título traducido, A Roma con amor. Dejo para los puristas el asunto de si es mejor estrenar una película con el título original o con una traducción. Eso sí, puedo decir que para alguien como yo, que se ha movido por tres países diferentes, es un cacao tremendo intentar seguir según qué clásicos del cine que recuerdo de sus títulos en castellano y que no reconozco por sus títulos en versión original. Pero eso es un asunto que da para otra entrada, que esta va de Woody Allen y su último film estrenado en Francia.


Vaya por delante que desde hace ya un buen rato me gustan mucho las pelis de Woody Allen, aunque justo (y lógico) es reconocer que no todo está al mismo nivel. Hablando con unos y otros me doy cuenta que el cine de Woody Allen es, a fin de cuentas, como el chocolate: prácticamente a todo el mundo le gusta, unos lo toman un poco, otros hasta enfermar y los hay que se pirran por el mal llamado chocolate blanco. No hace mucho me comentaba mi amigo Julio que cuando vio Vicky, Cristina, Barcelona le pareció que aquello era Toma el dinero y corre. Vamos, que WA había venido a que le financiaran la película y lo que hizo fue un churro. Hablo ahora con algún colega de trabajo y me doy cuenta que les encanta precisamente esa película. La cuestión es qué es más Woody Allen, Hanna y sus hermanas o Vicky, Cristina, Barcelona. Yo digo que las dos, solo que pertenecen a épocas diferentes del mismo autor y cada uno tiene derecho a elegir la que le más le gusta.

En mi modesta opinión To Rome with love está más cerca de Vicky, Cristina, Barcelona que de otras películas más, digamos, freudianas. WA va a Roma y fuera de su ambiente neoyorquino las cosas saben de otra manera en su cine. Pero hay algunos gags muy buenos que no desvelaré aquí. Vaya simplemente como aperitivo que WA, retirado de una vida de director teatral, viene a Roma a conocer a su futuro consuegro, que lleva una funeraria. Hay otras historias, como la que protagoniza Roberto Benigni, una reflexión muy oportuna sobre la vacuidad de los éxitos televisivos, adornada como puede imaginarse el lector por ese genio de la sobreactuación que es Benigni. Y un par de historias más que son del Woody Allen freudiano de siempre.

En fin, no diré más. Yo animo al personal a ver la película porque, en el peor de los casos, habrán pasado un buen rato y echarán unas risas, que no es poco. Que nadie ponga el listón muy alto pensando que es Woody Allen, que el hombre tiene ya sus años y tiene derecho a hacer cosas diferentes a las excelencias a las que nos tiene acostumbrados en los últimos… cuarenta y tantos años.


Por cierto, la vi en versión original porque la mezcla de inglés americano e italiano es irresistible.



1 de julio de 2012

Adele




A mi edad uno a veces se dedica a perder el tiempo con ese ejercicio inútil de “que hubiera ocurrido si…”. El caso es que hace ya un tiempo que llego a la conclusión  que en mi vida he llegado tarde a muchas cosas; es así, soy así y me he acostumbrado a ello.

El caso es que el otro día quedé a comer con Ana y al final, cuando nos despedíamos, quedé como un tonto cuando me habló de una canción de una tal Adele y le confesé que no tenía ni idea quien era esa Adele. Eso si, quedé como un tonto ignorante pero muy elegante, porque ignoraba hasta qué punto la tal Adele es un fenómeno allá donde vayas. Entiéndaseme, mi ignorancia no es la de Michael Jackson, de quien me declaro completamente incapaz de reconocer un título de una de sus canciones, mucho menos de tararear nada suyo, pero al menos se que existe (en presente, por su música, no por la persona). Es que yo de la tal Adele ignoraba hasta sus existencia.

Menos mal que estaba Ana para enseñarme a la que llaman la nueva reina del soul. Desde entonces me he tirado a la piscina de youtube, donde hay bastantes cosas de sus dos discos, además de coincidir que han puesto en televisión (en Arte y en la BBC al menos) su famoso concierto en el Royal Albert Hall.


Y ahora viene la parte de opinión de todo lo que he escuchado. Vaya por delante que me gusta, que me lo paso bien con las canciones y con esas letras que me hacen recuperar ese adolescente de mi interior que busca las ilusiones de la primera vez. Pero lo cierto es que después de escuchar algunos de sus éxitos en varias versiones, que si el lanzamiento del disco, que si en su casa con unos amigos, que si un concierto en vivo, etc, me doy cuenta hasta qué punto estas versiones supuestamente diferentes acaban sonando siempre iguales. Esto y alguna cosa más me ha llevado a pensar que Adele es, sobre todo, un muy buen producto musical. Ojo, no quiero restar calidad con esto que digo, porque con lo joven que es esta mujer, salir con esa pachorra a enfrentarse a un Royal Albert Hall lleno hasta la bandera tiene algo más que mucho mérito. Pero insisto, es el valor de un producto que ha perdido parte de la espontaneidad que siempre debe tener la música. Para los escépticos de esto que digo, aquí tenéis un video sacado de un programa de la BBC de 2007, antes de todo el gran éxito que vino después.


Y ya para terminar os dejo Love song, la canción que me envió Ana y por donde empecé a escuchar a Adele. Si os cuento que Ana es una hermosa mujer con unos ojos verdes que paralizan al más pintado, entenderéis por qué, después de escuchar esta canción, me quedé toda la noche sin dormir.