24 de noviembre de 2013

Benjamin Britten (1): Simple Symphony op. 4





A comienzos de la década de 1930 Benjamin Britten era todavía un estudiante que luchaba por abrirse camino en el duro camino de la composición. Tenía ya su propia opinión sobre algunos compositores británicos como Elgar o Bax, a los que no apreciaba particularmente, y en cambio otros que le parecían más interesantes como Vaughan Williams no veían todavía en el joven Britten al que más tarde sería catalogado como el gran compositor británico del siglo XX.

Alrededor de finales de 1933 estaba embarcado en la composición de dos obras cruciales en su periodo de formación. Se trata de las variaciones corales A boy was born, op. 3, y la Simple Symphony, una obra escrita para orquesta de cuerda y que merece hoy nuestra atención. Escrita como decimos a finales de 1933, debía ser la obra con la que confirmaba la formación académica recibida en el Royal College of Music. Para ello Britten se sirvió de un material que había escrito alrededor de sus doce años de edad. A partir de una mezcolanza sin ningún trazo de unión, Britten va a escribir una de sus obras orquestales más admiradas, si bien es cierto que tras su estreno en marzo de 1934 Britten no quiso volver a saber de esta sinfonía… hasta que finalmente la grabó como director en 1969, cuando ya era un compositor admirado y reconocía de esta manera su apreciación real sobre una obra cuyos orígenes están en la pre-adolescencia del compositor.

El título de “simple” entendido como sencillez no debe conducirnos a ningún error. Como muchas otras piezas de Britten y en un gesto que le honra, su escritura es perfectamente adecuada para músicos amateurs. Pero esto no le quita nada de su valor. Si bien la obra no se adentra por ninguna vía de experimentación, el resultado es una obra intemporal que ha resistido perfectamente el paso del tiempo. Comienza con una “boisterous bourrée” que no es otra cosa que un allegro en forma de sonata (nota: lo más normalito que se encuentra uno en un primer movimiento de una sinfonía). Le sigue el “playful pizzicato”, que es en realidad un scherzo que puede ser interpretado a veces como una danza. El tercer movimiento “sentimental sarabande” es un movimiento lento lleno de melancolía (mi preferido). Termina esta Simple Symphony con un movimiento rápido titulado “frolicsome finale”.

En total la obra no dura más que apenas 20 minutos y, en mi modesta opinión, es una auténtica delicia pero que no debe confundir al oyente a la hora de adentrarse en el mundo de Britten. Estos días se ha celebrado el centenario de su nacimiento (22 de noviembre de 1913) y han sido muchos los programas y homenajes que he podido escuchar. Pero como casi siempre que se habla de un gran creador, este no admite una sola faceta, una sola cara y conduce a error pretender una unidad en su obra. El Britten compositor de óperas no es el Britten que ha escrito música coral, como tampoco es el que escribió música para violoncello dedicada a Rostropovitch. Empiezo con esta entrada lo que espero que sea una corta serie sobre algunas obras de Britten que me han gustado especialmente. Escuché esta obra por primera vez hará ya unos 20 años en la que fue mi primera vez en el Concertgebouw de Amsterdam, una sala mágica para escuchar música. A día de hoy he de decir que las obras de Britten que me gustan son las que he podido escuchar en vivo. Pero esto es asunto que da para otra futura entrada. Ahora es momento de pinchar en el vídeo y escuchar la Simple Symphony.



2 comentarios:

  1. Oh! Una obra del s.XX que, sin ser de un autor de Hollywood, soy capaz de comprender! Es más, es que hasta es bastante sencilla de escuchar. ¿Cabe en música hablar de "neoclasicismo"?

    A ver qué entremés nos tienes preparado de Mr.Britten...

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  2. Tú como siempre provocando. Ya tengo la serie estructurada en tres capítulos, el tercero una deuda que tengo desde el año pasado y ahora me vienes pidiendo lo que va a tener que ser un epílogo. No hay entremés pero algo encontraré para el epílogo.

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