La obra comienza la noche antes de la
batalla, cuando el rey Ricardo III anda con los preparativos y a solas con
todos sus fantasmas. En un magistral flash back teatral, a partir de este
momento y hasta el comienzo de la batalla, desfilarán por el escenario todas
las miserias, crueldades y crímenes que Ricardo III ha ido tejiendo hasta
alcanzar el poder. Al final Ricardo III caerá durante la batalla con su famoso
grito "mi reino por un caballo".
La idea de partida es Shakespeare, pero
José Sanchis Sinisterra adapta la obra original para hacer de Ricardo III y sus
pesadillas el centro de la representación. Así, el título escogido, Sueños y
visiones del Rey Ricardo III la noche que precedió a la infausta batalla de
Bosworth, más que pretencioso resulta ser preciso y describe perfectamente lo
que los espectadores pudimos ver la otra noche en el Teatro Español de Madrid.
La obra ha contado además con una interpretación de gran altura, con
destacadísimos intérpretes entre los que mencionaré a Terele Pávez, Asunción Balaguer,
Ana Torrent, Carlos Álvarez-Novoa y, sobre todo, la gran estrella de la noche
interpretando al deforme Ricardo III, un Juan Diego que obra una de las
interpretaciones más espectaculares e impresionantes que quien esto escribe
haya visto jamás.
Vuelvo a Sanchís Sinisterra para resaltar
el coraje de un autor que reordena la obra de Shakespeare y, sin traicionar el
texto, resaltar la actualidad de una obra que cuenta ya cuatro siglos.
Ricardo-Juan Diego se nos presenta a sí mismo al principio de la obra como un
ser deforme (imposible borrar la imagen con su forma de andar y sus gestos),
rechazado por su madre y que recurre sin ningún escrúpulo al crimen para
acceder al poder. Irán desfilando una a una sus víctimas, traicionadas por
quien se aprovechaba de su minusvalía para que confiaran en él. Son temas muy
afines a Shakespeare, con un personaje protagonista enfrentado a sí mismo y su
soledad, y que cobraban para mí una actualidad apabullante en un teatro de
Madrid, con un opusdeista y antiguo ministro de la extinta UCD sentado cerca de
mi asiento.
Una vez que todos los contrincantes han
sido eliminados, Ricardo III aceptará con hipocresía y falsa humildad la corona
que tanto ansiaba; uno de sus acólitos, que será asimismo traicionado, durante
la coronación, se girará al público y gritará un eufórico "viva el
rey" con el que pedirá el aplauso del público que, inconscientemente,
aplaudirá, probablemente pensando en la interpretación de Juan Diego, pero en
la obra lo que el público aplaude no es otra cosa que la ascensión al poder de
un criminal. Fue un momento culminante en el que yo no pude dejar de pensar que
ese mismo público votó y probablemente volverá a votar a los corruptos dentro
de unos meses. La realidad y la ficción se dieron la mano cuatro siglos
después, justo unas horas después de que la más detestable de entre toda la
casta, en su última maniobra hasta la fecha, se postulara para alcaldesa de
Madrid, ella que, como el personaje Ricardo III, nunca ha roto un plato, pero
que lo ha maquinado todo para que sean otros los que se ensucien sus manos. Al
salir uno no dejaba de pensar que, como en la obra de teatro, espera el día en
que esta innombrable sea a su vez traicionada por sus antiguos aliados y acabe de
de una vez por todas su vida política con su particular "mi reino por un
caballo".
¡Qué buena reseña!
ResponderEliminarRicardo III es de las obras que menos me gustan del de Avon, por lo que huele a panfleto (para legitimar a la dinastía reinante, los Tudor, llegada al trono tras levantarse contra el último Plantagenet). Lo cual confirma lo malo que es para el buen nombre perder batallas.
Pero la exactitud de los hechos históricos no importan en las obras de Shakespeare, ya que él se vale de príncipes para encarnar arquetipos humanos puros, la nobleza, la envidia, los celos... Esa característica es la que hace a su obra antigua (Shakespeare es el último de los dramaturgos griegos) y, a la vez, perfectamente actualizable, como has hecho con soltura.
Un abrazo!
Hola Mendi, te dejo aquí un enlace a una crítica que he encontrado en La Marea. A mí sinceramente no me pareció que hubiera por la obra defensa alguna de una dinastía, sino más bien una crítica feroz al poder. Pero es que está la mano de Sanchís Sinisterra a la hora de presentar los textos de Shakespeare, y eso es seguramente lo que se nota.
EliminarSi te gusta medianamente Shakespeare vete preparando porque se nos echa encima un año (2016) lleno de conmemoraciones, para bien y para mal, como suele ocurrir en estos casos.
http://www.lamarea.com/2014/11/28/ricardo-iii-o-la-corrupcion-homicida/