11 de noviembre de 2013

Manuel Vázquez Montalbán: diez años después de Bangkok





“Ten paciencia, no te pongas nervioso, siempre te llegará la oportunidad de devolver las putadas.”

Hace unos días, el pasado 18 de octubre, se cumplían 10 años de la muerte de Manuel Vázquez Montalbán, un aniversario por el que, salvo error por mi parte, la prensa española ha pasado de puntillas pero que no podía dejar pasar puesto que es uno de mis escritores de cabecera.

Sucesivos desencuentros con algunos de mis profesores de colegio e instituto han hecho de mí un lector tardío, tanto que puedo decir que no comencé a leer realmente literatura hasta mi época universitaria, cuando estudiaba en la Politécnica de Madrid y tuve que formarme escogiendo mis lecturas de forma completamente desordenada. En ese largo proceso en el que todavía puedo decir que me encuentro treintaytantos años después, las lecturas de todo cuanto caía en mis manos escrito por Vázquez Montalbán han sido una parte importante de mi formación.

Durante años, como tantos otros lectores, he esperado cada lunes para comenzar a leer el diario El País por la última página. He leído compulsivamente las aventuras de Pepe Carvalho para luego releerlas para mejor digerirlas, contradiciendo así el aforismo carvalhiano que dige que la digestión no es lo importante, sino disfrutar comiendo. De Carvalho pasé después a otras novelas, ensayos y terminar llegando por fín a su poesía… para después volver a empezar.

MVM ha sido para mí principio y fin de muchos otras lecturas a las que he llegado gracias a él; MVM es de alguna manera el tronco desde el que han surgido la mayoría de mis otras lecturas.

Hago aquí una selección de algunas de mis preferidas:

Asesinato en el Comité Central: creo que fue la primera de las novelas de Carvalho que leí. Vázquez Montalbán “se carga” al secretario general del PCE durante una reunión del Comité Central, en lo que era un mensaje para que las bases revelaran a la dirección histórica. Hablamos de los primeros años ochenta y Santiago Carrillo nunca le perdonó, hasta el punto que en una reunión real del Comité Central y ante un apagón, escena como la del asesinato en la novela, en medio de la oscuridad se escuchó claramente la voz de Carrillo: “Manolo, quieto”.

El pianista: una enorme reflexión sobre el papel del artista en la sociedad contemporánea. A través de dos personajes antagónicos, uno el compositor que ha vuelto del exilio rodeado de un aura de éxito y glamour, el otro pianista, a cuestas con una carrera quebrada por haber dado una respuesta ética a un tiempo de barbarie, sufridor de la cárcel y de todas las penurias del franquismo. A mi modesto entender, una de las novelas más rotundas de Manuel Vázquez Montalbán.

Galíndez: una de sus mayores obsesiones según ha contado años más tarde alguno de sus allegados. Merece más de una reflexión la biografía real de un antiguo dirigente del PNV, exiliado, colaborador del dictador Trujillo en la República Dominicana, más tarde colaborador del FBI a cambio de un pasaporte, que acabó secuestrado en plena Quinta Avenida de Nueva York y torturado hasta la muerte en algún rincón oscuro de las cavernas de Trujillo. La narración de Vázquez Montalbán no deja indiferente, con la historia casi repetida en la persona de la historiadora que recopila datos sobre Galíndez para escribir una tesis.

Autobiografía del general Franco: monumental juego entre literario e histórico. Un escritor antifranquista recibe el encargo de escribir una autobiografía de Franco. El alma democrática del escritor se revela y contesta los discursos del general. Si bien alguno preferirá los libros de Historia, sinceramente yo me quedo con esta forma de aprenderla.

La aznaridad: publicado en octubre de 2003, unos días después de su fallecimiento, es sin duda un libro imprescindible para intentar comprender la derecha tan repugnante que nos toca sufrir. Es el próximo que tengo en la pila de relecturas.

Geometrías de la memoria: conversación con George Tyras recogida por éste y libro imprescindible para conocer mejor al escritor y periodista, sus gustos, sus fobias y algunas razones de sus decisiones vitales.

Dije al principio que la prensa ha pasado de puntillas por este aniversario, pero sería injusto si no recordara aquí el artículo de Ramoneda de inexcusable lectura publicado en El País, ese diario que Vázquez Montalbán consideraba como su periódico, donde colaboró invariablemente durante más de veinte años, ese diario para el que hoy parece tal que Vázquez Montalbán no hubiera escrito nunca.

Para terminar quisiera referirme a un libro de reciente aparición: Recuerdos sin retorno, de Daniel Vázquez Sallés. Libro imprescidible para los que quieran indagar algo más sobre el escritor y la persona. Daniel es hijo de Vázquez Montalbán, también escritor y además muy recomendable, tanto que lo tengo “fichado” entre los escritores a los que sigo a medida que publican.

Dejo aquí una de las columnas de los lunes en El País, publicada en enero de 1994 y recogida en el tercer volumen de la recopilación de su obra periodística, que ha dirigido Francesc Salgado, una columna que nos da ligeramente una idea de la tremenda vigencia de Manuel Vázquez Montalbán:


Diez años atado a esta columna. Esta vez me fallan las cuerdas vocales y no me sale desearles un próspero 1994. En la bola de cristal sólo veo a un nuevo Gran Hermano síntesis de neoliberalismo y neoautoritarismo, un fascista de mucho cuidado con la ley de la oferta y la demanda pertrechada por el principio filosófico del "o crece o muere". El sistema lleva casi 300 años eligiendo a sus instrumentos de dominio histórico más adecuados para cada ocasión, y si en los interregnos fascistas de este siglo tuvo que valerse de mascaritas pardas, negras o azules, los nuevos intermediarios del autoritarismo fascista neoliberal pueden llevar pantalones tejanos de firma y chaquetas de cachemir, e incluso hacerle ascos a los fascistas de choque, con sus cabezas rapadas y sus canesús de cuero. Unos y otros persiguen al mismo perdedor y necesitan del mismo perdedor para autolegitimarse y legitimar una nueva división de clases, independiente del pavoroso incremento del perdedor, millones, aquí y en la miserablemente fértil Singapur. Y el lenguaje vendrá cual auxilio balsámico a llamar "asiatización de las relaciones de producción" a lo que ya es y será puramente una merienda de mano de obra en precario, y pobre mano de obra si, reivindica pautas culturales de protesta, por que los neoliberales fascistas neoautoritarios recurrirán a toda clase de represiones si les falla la que ya están practicando sistemáticamente: extirparle al enemigo de clase las glándulas de su propia identidad. De momento funciona. Pero si algún día los desesperados asaltan las grandes superficies comerciales" de la tierra, entonces el Gran Hermano ametrallará lo estrictamente necesario para recuperar la sonrisa y la palabra ante las cámaras de te levisión. Tal vez ocurra en 1994. En cualquier caso, que llueva, porque la sequía lo empeora todo.


5 comentarios:

  1. Un saludo,Aurora.
    Se agradece que traigas al recuerdo a uno de los autores con los que más he aprendido y disfrutado haciéndolo , y que a más de uno nos dejó algo huérfanos de su lucidez y de su palabra cuando le tocó hacer mutis,y hasta siempre, en un aeropuerto de Asia.Con la novela que ambiento en ese lugar-"Los pájaros de Bangkog""-y de la que también es protagonista el inefable Pepe Carbalho, tengo una deuda especial por el lugar y el modo en que la leí...pero eso es otra historia que no viene mucho al caso.
    Entre los libros que citas reconozco no haber leído "La Aznaridad" ni saber que su hijo también escribe,tomo buena nota de ambas recomendaciones.
    El libro que,en mi caso, me hizo buscar todos sus libros fue "Los mares del sur",quizá no el mejor,pero si lo bastante bueno para querer más,como "La rosa de Alejandría" o "Yo mate a Kennedy"
    Te robó el "extracto" de su última columna para enlazar el artículo en La Cebolla.
    Salute.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Algorme, La Aznaridad fue publicada por primera vez en noviembre de 2003, justo un mes después de que muriera MVM. En cuanto a Los mares del Sur, para mí también uno de los mejores Carvalhos, no hace mucho me hice con una nueva edición que va seguida de una entrevista que le hizo Quim Monzó. De David Vázquez Sallés conozco dos novelas sin desperdicio: Flores negras para Roddick y La fiesta ha terminado; la segunda es de esos raros libros que he vuelto a leer de inmediato.

      Eliminar
  2. Un placer leer Vázquez Montalbán, y aún más volver a leerte. Ya me tenías preocupado! De hecho, dejé programada una entrada reclamando tu presencia en la red. Y resulta que fuiste a publicar cuando yo ya estaba fuera!

    He de decir que el recuerdo del escritor no me sorprende, pero la música que has elegido para acompañarlo, sí. Yo esperando encontrarme a un Messiaen o alguien así al pinchar en el vídeo... XDDDDDD

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Mendigo, últimamente se me ha hecho algo difícil compaginar el trabajo con el blog y otras aficiones. Es la vejez que empieza a cabalgar y algunas cosas cada vez me cuestan más!

      Si te extraña la música es que eres poco carvalhiano: Tatuaje es la primera novela propiamente dicha de Carvalho, porque aunque el personaje aparecía en Yo maté a Kennedy, esta no es a decir de MVM una novela "de" Carvalho. Además MVM era bastante coplero. No tienes más que leer la Crónica sentimental de España, literatura imprescindible para entender la posguerra desde la óptica del hijo de un perdedor.

      Eliminar
    2. Pues no, es cierto, nunca he leído ninguna novela suya, sólo artículos periodísticos. Y si he de decir la verdad, lo tenía catalogado en el género "literatura de consumo". Y desde hace ya años, totalmente desaparecida su obra de la escena cultural española, me olvidé completamente del autor.

      Diría que debo solucionar esa falta, pero realmente mi pila de libros pendientes ya empieza a ser absurdamente abultada, así que para qué añadir más. A ver si alguna vez recupero para mí las 24 horas del día, y mi placer juvenil por la lectura sin más sentido que el mero disfrute.

      Unha aperta!

      Eliminar