Sergiu Celibidache fue un grandísimo director de orquesta, para muchos entendidos en realidad fue el maestro que elevó a las mayores cimas el arte de la dirección de orquesta. Uno podía haber escuchado mil veces una obra, que en sus manos siempre parecía nueva porque le sacaba partido a todo aquello que pasa desapercibido para otros directores. Tuve la suerte de escucharle en sus dos últimos conciertos en Madrid. El primero fue la cuarta de Bruckner, un concierto del que salí directamente al aseo del Auditorio a lavarme la cara, porque no podía creerme lo que acababa de escuchar. Solo cuarenta y ocho horas despues aquello se vio superado por la octava de Bruckner, una de las mayores sinfonías que se han escrito nunca y que tantas veces es destrozada por interpretaciones industriales.
Viene todo esto a cuento de una conversación que mantuve hace unos días con unos ingenieros acerca de la calidad de las grabaciones en LP, en CD o de los nuevos soportes como el mp3. Escuché entonces una frase que ya había escuchado a un ingeniero de sonido hace casi treinta años: que no hay mejor sonido que el recreado en la sala de estudio, con dos buenos cascos que te meten la orquesta dentro de ti. Entonces yo me decía que si la ficción (por la grabación) supera la realidad (por el concierto), entonces es que la realidad está equivocada. Durante años he dado mil vueltas a toda esta falsa controversia, y Celibidache me terminó de convencer con aquellos dos conciertos de abril de 1994 en Madrid, conciertos que cambiaron literalmente mi vida, porque cambiaron mi forma de entender la música.
Sergiu Celibidache se negó a entrar en una sala de grabación, tal era la aversión que tenía a la música grabada. Afortunadamente permitió que se le grabara algunos conciertos en sus últimos años, cuando la decadencia física le obligaba a dirigir sentado. Aquellas grabaciones, junto con algunos documentales, puedan dar una lejana idea de lo grandísimo que fue este gran maestro, para muchos el mejor director de orquesta que ha habido sobre la faz de la Tierra.
En fin, que no le deis más vueltas y vayáis siempre que podais a escuchar música en directo, que es una experiencia que ninguna grabación podrá nunca superar. Os transcribo aquí lo que Sergiu Celibidache dijo al técnico de una emisora berlinesa, el Dr Klaus Lang: “No se puede escuchar una grabación en las mismas condiciones en que fue realizada, y resulta una verdad incontrovertible que la acústica tiene una función vital, por ejemplo, en la elección de los tiempos. El tiempo que un director tiene que elegir para una sala de conciertos de Berlín puede no valer para una sala de Londres, pongamos por caso. Los tiempos de reverberación constituyen un criterio esencial y diferente, como es lógico, de unas salas a otras. Si no se tiene en cuenta estas reglas de carácter matemático puede producirse una gran confusión en la interpretación musical. Usted mismo es enemigo de las grabaciones. Lo que sucede es que no se ha dado cuenta porque es usted sordo. Claro que usted cree que no es sordo porque, por ejemplo, me está oyendo hablar a mí en este momento. Lo que yo quiero significar es que está sordo para lo que realmente importa en música. Un micrófono es capaz de amplificar unos sonidos y cancelar otros; una grabación puede contener sonidos interesantes, pero desde un punto de vista completamente heterodoxo dentro de la música. ¿Qué hay de auténtico, entonces, en una grabación?”
Insisto que han quedado algunos ensayos y como muestra dos vídeos, uno con el Requiem de Mozart, otro con la novena de Bruckner. Interesantísimo escuchar sus correcciones a la orquesta.
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