21 de abril de 2011

De flores holandesas, Slava Polunin y otras cosas mías


No es la primera vez que hablo de cierto pasado vivido en Holanda, un país con tópicos como pocos: las bicicletas, los tulipanes, queso, molinos, canales y… mal tiempo. Lo cierto es que para un latino el tiempo no es precisamente el mayor atractivo de un país como Holanda, pero no seré yo el que diga aquí nada malo de un país en el que he vivido unos años que han tenido mucho más de bueno que de malo. Los inviernos son largos, con una luz muy peculiar, oscura, con esos cielos tan bajos de los que hablaba ya Jacques Brel cuando cantaba a su Plat Pays. El tiempo vivido mayormente encerrado hace que los holandeses busquen como locos algo de sol cuando se va acercando la primavera. A mí me alegraba mucho ver que, allá por marzo, los días ya iban siendo más largos y que los campos empezaban lentamente a llenarse de flores. Primero crecen los narcisos, amarillos. Cuando están en flor ya asoman los rojos tulipanes y, cuando estos se abren empiezan a asomar jacintos de color violeta. Ya se que es un tópico, pero no os podeis imaginar con qué alegría puedo uno ir en bicicleta al trabajo a mediados de abril y cruzarse con un campo como el de la foto de arriba. Son apenas unos días, dos o tres, que se cruzan esos tres colores tan hermosos y que a mí me encendían el pedaleo mientras silbaba el himno de Riego!

Pasando a otra cosa, os dejo aquí abajo algunos vídeos de un clown, un mimo o no se como llamarlo, Slava Polunin, un genio que ha creado un espectáculo maravilloso titulado Slava's Snowshow. Para disfrutarlo hay que recuperar algo del niño que todos llevamos dentro. Es un espectáculo donde se dan cita la comicidad, la poesía, la provocación al espectador… Esto es el espectáculo tal como lo difundió Arte el diciembre pasado, y si no teneis paciencia para verlo entero, el otro vídeo es con el final directamente. Ojalá que el personal sacase más a menudo el niño que lleva dentro, no solo para ver un espectáculo, sino para enfrentarse a la vida. La niñez es una época donde la ingenuidad se compagina perfectamente con la sinceridad y con la honestidad, valores estos que desgraciadamente muchos humanos pierden al hacerse adultos. Por eso luego algunos necesitamos leer a Maquiavelo para entender el mundo. Y es una lástima.

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